Su intensa vida como humanista del arte, donde además de pintor, ejerció de profesor, autor e intelectual estético, hizo que su producción pictórica no fuese muy grande, lo cual concede al poseedor de alguna de sus obras, un valor añadido todavía mayor, al que ya tienen por si sola.
En el Diario “ABC” del 10 de Octubre de 1991, el prestigioso periodista, crítico de arte y coleccionista español, “Antonio Manuel Campoy” hacia la siguiente descripción del “paisajismo de Juan Amo” con motivo de su exposición en Madrid de ese mismo año: “Porque hay muchas Manchas que, partiendo de la geografía, acaban personalizándose en sus pintores. Hay una Mancha de Gregorio Prieto, la Mancha inicial de Antonio López, y esta de Juan Amo exenta del tópico erial infinito, cerca del paisaje de extremada expresión colorista que le sumo Benjamín Palencia”.
Efectivamente en pintura, el paisaje de las tierras manchegas y Juan Amo estarán eternamente unidos. Para el pintor albacetense, el paisaje tenía la virtud de que todos eran diferentes, los llevaba en la mente, lo que le permitió adentrarse en el estudio e interpretación de una realidad, siempre nueva, que nos enseño a comprender y a valorar en todo su esplendor. Análogamente ocurría con sus cielos, donde además estos, debían tener su destacable relevancia dentro del paisaje global de la obra, porque el manchego lograba algo tan difícil como era “pintar el aire”. Reivindico el paisaje como “bandera propia” toda su vida, y además consiguió que su paisaje fuese singular y personalísimo, donde termino con un estilo propio definido, sin imitar a nadie, y por tanto con la difícil cualidad en el arte de ser original, técnica difícil de ejecutar y por otra parte, pintura fácilmente identificable por cualquier entendido de arte. Pero hasta llegar a esa cima, hubo una evolución estilística a lo largo de su vida, donde la progresión realizada, se consiguió a base de experimentación y de una fuerte autocritica y autoexigencia, hasta llegar finalmente a ese proceso de maduración creciente de belleza que representa las pinturas de los paisajes de Juan Amo.
Debido al “sello personalísimo identitario” que llevó su estilo durante toda su carrera pictórica, su pintura es muy difícil de encasillar en un estilo concreto, pero si se puede apreciar, como con el avance de los años se fue posicionando en diferentes estilos, si bien es cierto que nunca fue fiel a uno en concreto.
El albaceteño nunca abandono como temática el paisaje manchego, pero si en su primera época de Madrid, y siempre abrazando el arte figurativo, alternó con frecuencia paisajes y escenas urbanas. A principios de los años cincuenta, su obra esta impregnada del academicismo que dan la escuela y el estudio, y donde el realismo tiene una importante influencia. A mediados de la década, inmerso en plena fase de experimentación, también se acercó a un fauvismo moderado, sin duda influenciado por el gran Benjamín Palencia.
Con su llegada a Bilbao a principios de los sesenta, se adentra en un expresionismo íntimo y figurativo, con una pintura fuertemente contrastada, que le permite reflejar un Bilbao lluvioso, y una Ria antagónica, social y estéticamente a ambos márgenes. Toda esta atmósfera la refleja con una gran influencia de colores fríos. En cambio, su pintura se aproxima más al impresionismo cuando la temática de sus óleos es la costa cantábrica y sus fascinantes acantilados.
Con su regreso a Albacete en los años 70, aunque es cierto que siguió “coqueteando” esporádicamente con el expresionismo, sus paisajes evolucionaron gradualmente a un impresionismo propio de paleta cromática variada, con una primera etapa de influencia de colores fríos, para después progresar hacia una segunda etapa, donde los colores cálidos fueron los predominantes. Con esto sus paisajes consiguen irradiar luz, y estarán acompañados por amplias perspectivas que frecuentemente son a “vista de pájaro”, sin duda influenciado por su pasión por los vuelos realizados de joven. Unos paisajes, que juegan con la destreza del observador que contempla un “Juan Amo”, donde aquel puede disfrutar de las sensaciones que le proporciona la percepción de la naturaleza que plasma el arte figurativo, y en cambio al acercarse al cuadro, se encuentra y sorprende con una abstracción artesanal y creativa, que ha utilizado el pintor para conseguir aquel resultado inicial placentero. El tratamiento fragmentado de los planos de luz y color, que se funden en la distancia creando las formas de la composición, la pincelada suelta, larga y corta, cargada de color, creando texturas, o tan suave que subraya veladuras enriquecedoras de matices, las abundantes raspaduras con la espátula, superponiendo colores y tonos, o los empastes fuertes que acentúan las sombras, son los elementos del lenguaje con que Juan Amo plasma sus emociones estéticas al contemplar La Mancha.
Con su pintura, Juan Amo fue adalid de las mejores esencias del espíritu manchego, y consecuentemente pinto todos los bellos parajes y rincones que tiene La Mancha. El albaceteño plasmo en sus lienzos tanto su llanura como sus serranías, sus amaneceres y puestas de sol, sus cielos nublados, neblinas y sus luminosos cielos soleados, sus árboles en otoño y en primavera, sus nevadas y lluvias, sus campos de trigo y cebada, sus cerros y peñas, sus lagunas, ríos y acequias, y por supuesto sus pueblos y aldeas. El pintor Alfonso Quijada escribió en el catálogo de la Exposición que Juan Amo celebró en 1982 en el Museo de Albacete “Cuando en la posteridad se escriba la historia del paisajismo manchego, tendrá sin duda en ella un lugar predominante. Pintura difícil, realizada fácilmente, fiel a sí mismo, y que además “sea de aquí”, es algo que debemos estimar con justicia”.
Además, Juan Amo también realizó con maestría Retratos al óleo, Dibujos de retratos, Acuarelas y Apuntes del natural de la figura humana. Y debido a su carácter multidisciplinar abordó otros géneros, como grandes murales, ilustraciones para revistas y cartelería para eventos. Porque, aunque el paisaje fue su temática preferente, el artista apunto en una entrevista: “Lo importante no es lo que se pinta, sino como se pinta”.
”El Arte ni se entiende ni se define: ``Se Siente``
Para Juan Amo, el retrato debe ser una perspectiva sobre la persona en su dimensión psíquica para que pueda brotar la obra artística. Inicialmente en su época universitaria y madrileña, sus retratos se mantuvieron dentro de los cánones del realismo, pero ya en Bilbao, a principios de los años sesenta, sus retratos tienen un “touche” impresionista propio, donde penetra más allá del parecido, para dejar ante el público y sobre el lienzo la esencia ultima que se encierra en cada persona. Ennoblecer al modelo no es desvirtuarlo y si llegar a lo que de bello encierra toda alma. Técnica segura e impecable, con un pincel que ni vacila ni enmienda. Curiosamente a finales de los noventa, volvería a abrazar un moderado realismo, donde sigue dejando impresa toda la personalidad intemporal de cada uno de los personajes retratados.
Es un género que desarrolla con gran habilidad y maestría. Donde es frecuente el uso de la sanguina y amplios trazos que le dan nobleza, expresión y elegancia a la propia obra. Es admirable y muy poco frecuente, la facilidad que tiene para plasmar la esencia del retratado en un número tan reducido de trazos. Sus retratos son capaces de infundir admiración y respeto, por la solemnidad que se desprenden de ellos.
Exactamente igual pasa con los apuntes del natural que realiza de la figura humana, y es que según Juan Amo “el dibujo son los cimientos que sustentan la pintura en general“. Sus desnudos son elegantes e interpretativos, y domina una gran diversidad de técnicas, como pastel, sanguina, carboncillo y tinta con caña. Frecuenta y le cautiva, el combinar y experimentar con diversas técnicas a la vez, con resultados sorprendentes y magistrales. El eminente pintor y poeta granadino Amalio García del Moral, los califico de Cum Laude, como fiel reflejo de la extraordinaria belleza que sintetizan los mismos.
En las acuarelas, también se refleja en su técnica, su “toque” personalísimo identitario del universo estético de Juan Amo. Contemplarlas, es recibir gratas sensaciones estéticas, consecuencia del gran dominio que ejerce en la combinación de colores, donde los paisajes vuelven a ser su temática preferida.